Reclusorio Molino de Flores
Texcoco, Estado de México a 15 de Julio de 2015.
Jóvenes Compañeras y compañeros egresados
Señoras y señores Padres de Familia
Compañeras y compañeros profesores.
Este día de regocijo para ustedes y para nuestras Preparatorias 55 y 224, así como para la Universidad Revolución que hoy despiden a una generación más de egresados, las contare dos historias donde se fundan mis sentimientos y mi razón.
La primera:
También fui joven y curse la Prepa, fue en la Universidad Chapingo en el año 1981al 84, entre mis 15 y 18 años de edad. También soñé con estudiar una carrera, soñé con tener novia, me enamore más de una vez; me emborrache las primeras veces; me confronté con mi papá: me salí de la casa; me fui a múltiples viajes. Me cambiaba el carácter desde la tristeza profunda hasta la impetuosa alegría. Robé libros y materiales de laboratorio, a veces sin necesidad. Me divertí en la alberca, en la cancha, montando caballos de equitación. Varias veces fui golpeado y yo golpee también. Vi mucho cine; escuchaba toda la música posible; dibujaba, pintaba, coleccioné imágenes futuristas; no aprendí a bailar, ni a ser sociable. Un poco, solo un poco hacía tareas o me esforzaba por entender las materias que me eran inútiles.
Fue en la Prepa donde conocí la formación político-ideológica que me ayudó a comprender porque hay ricos y pobres, porqué hay ignorancia y porqué hay guerras y destrucción ambiental. El materialismo dialectico me explico que hay clases sociales dominantes y oprimidas. Aprendí que había una alternativa que se llamaba revolución socialista y supe que muchos pueblos y mucha gente ofrendaron su vida por esa causa y que diversas organizaciones, grupos y comunidades se encontraban en el movimiento para transformar su realidad. Leí el pensamiento del Ché Guevara, de Lenin, de Mao. Me hablaron de la guerrilla de Sandino, de Lucio Cabañas. Presencie las grillas entre partidistas y apartidistas; me confundía entre la lucha proletaria y la parlamentaria. Pero para no hacer el cuanto largo, ahí supe que tenía que comprometerme con la revolución y que optar por ello no era palabrería sino el valor consciente que regiría mi vida. Al cabo de los años fue aquello lo que me llevó a relacionarme con dirigentes y profesores, a formar parte del movimiento social. Fue eso lo que me hizo saber que la educación era mi camino y presto salí de la Universidad fundamos la Prepa Popular Chicoloapan hoy Prepa 55 después Prepa 224, la Escuela de Educación para los Adultos Revolución y Universidad Revolución, y aquí estamos.
¿Qué donde quedo la Revolución?
Les contaré la segunda historia:
Era un día lluvioso en la playa, los huevos de las tortugas habían eclosionado por la noche y miles de pequeñas tortuguitas caminaban desesperadamente para encontrar las olas del mar y así salvar su vida para poder crecer, alimentarse y regresar años más tarde como adultas a poner sus huevos en la misma arena donde nacieron. Pero muchas de las criaturas equivocan el camino y no se arrastran al mar sino a la tierra, donde perecerán tarde o temprano por deshidratación, por inanición o tragados por los depredadores. Otras muchas son devoradas por las aves antes de alcanzar las olas. No falta el cazador, el recolector que llena cubetas con tortuguitas para alimentar a sus cerdos o para hacer sopa con sus cabezas y sus patitas. Es un viejo sucio y maloliente que atiborra los recipientes para luego taparlos y llevarlos hasta su camioneta. El viejo observa de pronto a una niña de seis años que sea cerca poco a poco y que algo hace moviendo sus manos, agachándose y parándose, corriendo y deteniéndose. El viejo pone atención tratando de observar que es lo que hace la pequeña con tanta agitación, con tanto ímpetu. Cuando la niña se acerca un poco más el viejo puede distinguir como ella recoge de la arena algunas de las tortuguitas que caminan contra el mar y ve como corre y las lanza lo más lejos que puede hacia el agua. Ja ja ja se carcajea el viejo al percibir la escena y luego le gritonea, oye niña ¡que tonta eres! cuándo vas a terminar de salvar a todas las tortugas que equivocan el camino, si son miles de tortugas tontas, como tú. La pequeña sin dejar de hacer su trabajo le contesta al viejo: me gusta saber que las tortugas que salvé serán felices.
Compañeros y compañeras.
Aquí en le cárcel le conté este cuento al Pinocho, un delincuente de amplio prestigio e historia con el convivo desde que ingresé hace más de un año y que mucho me ha ayudado a ver de otro modo el encierro, con la filosofía de un hombre que debe aprender y aprovechar al máximo esta experiencia. Por ello usamos esa frase maravillosa a la vez que fatal: ¡todo lo que escurra, es miel!
Así que él ha llegado a una conclusión importante, que con nuestra actividad educativa, hemos salvado una gran cantidad de tortugas.
Y ahí está la Revolución que soñé cuando estudiaba la Prepa, porque las cárceles están llenas de muchachos y muchachas, la mayoría de ellos que no pudieron o no quisieron estudiar. Nuestras escuelas han sido la mano generosa de la niña que quiere ver felices a sus tortugas, quiere que no sean devoradas por los cerdos, quiere que no perezcan en la tierra de la ignorancia o en las fauces del poder.
La historia no termina ahí, porque este planeta exige que todos ustedes sean los niños que lancen al mar a las tortugas que esta noche nacen, tortuguitas que deben ser felices.
Yo les comparto mi razón: Hay muchos profesores y estudiantes que me han tendido su mano en el plantón y las manifestaciones, les estoy agradecido desde el corazón. Es curioso el universo y caprichosas las fuerzas de la vida; hoy me está tocando a mi como algún día quizá a ti, la tortuga que han estado salvando, soy yo. Gracias.
ATENTAMENTE
Oscar Tortuga Hernández Neri